miércoles, 6 de octubre de 2010

METAFÍLMICA DE OTEKA (12) - Filme de un viaje por la CONSARKOSIS

por Javier OTK


La cámara inicia su largo viaje recorriendo las palabras que presentan a la revista CONSPIRATIO: «La celebración litúrgica de las primeras comunidades cristianas tenía dos grandes momentos: la conspiratio y la comestio. La primera toma su sentido de spiritu (aliento), que se expresaba por un beso en la boca, era una co-respiración, una conspiración: la creación de una atmósfera común, de un medio divino».

Disolvencia a:

La cámara prosigue su viaje entre las letras que definen una maravillosa palabra griega. Sin que medie efecto especial alguno, un resplandor a punto de enceguecer apenas permite ‘echarse a los ojos’ el significado de «ensarkosis», proveniente de «sarx» (carne), y que se aplica a la «encarnación» del Verbo.

Una vieja alumna de Metafílmica:

— Antes de seguir filmando, querido maestro, quisiera aclarar contigo algunas dudas acerca de mi guión. Si entiendo bien, la comestio: comer en el pan la carne de Cristo y beber en el vino Su sangre, que es el ágape que nos hace comulgar con Él, si continúa por la vía cristiana del amor, podría extenderse a la consarkosis, término que propones para el acontecimiento en el que los amantes-comulgantes se hacen una sola carne. No sólo para crear una co-respiración o atmósfera común, ni para expresar una clase de amor del eros o del placer que instrumentaliza a la pareja, sino para participar en un verdadero ágape de amor encarnado, un acto amoroso de donación que nada tiene que ver con la impureza, ni mucho menos con la fornicación, pues nada se vende ni se compra, como en la prostitución donde se disgrega el cuerpo del alma y del corazón; sino que, como un acto de amor, en la consarkosis se comparte la carne (cuerpo y alma) gratuitamente, en la plena libertad de la Ley del Amor, sin que un precepto muerto, de una ley antigua y superada, induzca al pecado o siga confundiendo.

El maestro de Metafílmica:

— En efecto, el hacerse una sola carne no significa “abrasarse” (con “s”), como lo expresa san Pablo cuando dice que “es mejor casarse que abrasarse” (o arder en las brasas de los malos deseos) [1]. La consarkosis – tampoco - se reserva únicamente para el matrimonio; ni antes de él resulta un acto de la concupiscencia (deseo desordenado de los sentidos y de la voluntad). Como podría decir el filósofo Michel Henry, si asumiera el término, la consarkosis sería un acto de “auto-revelación de la vida”, una “prueba y archi-donación de la vida en la carne”, de aparición del ser en el sentir, la comunicación afectiva del ser hacia el otro [o la otra].

La consarkosis no queda circunscrita al ámbito del puro placer sensible, pero de ninguna manera lo niega, y mucho menos lo castra; sino que lo vive en plenitud, gozándolo como la comunión que en espíritu experimentamos mutua y gozosamente en la carne.

Desde luego, no me estoy refiriendo a que, como perritos callejeros, se ande por todos lados y con quien sea, intercambiando fluidos. ¡No! La consarkosis implica un acontecimiento humano y humanizante, sagrado, de comunión integral, de donación gratuita de la persona entera, de un compromiso para formar una comunidad con la pareja con quien se vive o podría vivirse el matrimonio.

Una vieja alumna de Metafílmica:

— ¿Y qué pasa cuando hay factores que nos impiden llegar al matrimonio? ¿Qué podríamos hacer para reinterpretarlo? ¿Cómo podría entenderse la separación, el divorcio y la anulación?

El maestro de Metafílmica:

— Una primera pista a seguir es que el sacramento del matrimonio no lo imparte el sacerdote, sino que los ministros son los propios contrayentes.

Una vieja alumna de Metafílmica:

— ¿Entonces, por qué sólo a la Mitra se le adjudica el derecho de la anulación, o de la declaración “legal” de que nunca existió el vínculo?... Aunque la pareja se haya hecho una sola carne, ¿cuál es el criterio canónico para reconocer y validar ante Dios y la Iglesia que nunca se dio el vínculo?... En su caso, ¿podría la misma pareja que sacramentó su matrimonio, reconocer y validar por sí misma que el vínculo no existió o que ya no existe más?

El maestro de Metafílmica:

El asunto se complica a la luz de “lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre” [2]. Pero como dice Jesús, no todos pueden con el matrimonio y, mucho menos, con hacerse eunucos por causa del Reino. Sólo pueden quienes han recibido el don. Entonces, si no todos pueden con ello porque no recibieron el don, ¿eso anula o hace pecaminosa la opción de que los amantes expresen su amor en la carne? Tal vez la respuesta la da san Pablo cuando dice a los corintios que “todo les es lícito, aunque no les sea conveniente” [3].

Una vieja alumna de Metafílmica:

¿Pero lo conveniente para san Pablo seguirá conviniendo a las amorosas parejas cristianas de hoy?

El maestro de Metafílmica:

Yo creo que la consarkosis, bajo la moción del espíritu que nos ha sido donado, puede vivirse en la libertad de los hijos de Dios como un acontecimiento plenamente cristiano de comunión en la carne de la persona humana. La consarkosis es un don y una virtud; un camino para experimentar vivamente en la carne, y en el tiempo, una prefigura de la plenitud de la comunión con Dios y con los hermanos.

Una vieja alumna de Metafílmica:

— Pero cuando el tiempo pasa y la carne se nos seca y se nos arruga, y ya no es capaz de inspirar ni de extasiar a los amantes, llega entonces el momento en que los comulgantes debemos privilegiar el camino de la mutua inhesión en el amor, como en la amistad…

El maestro de Metafílmica:

— ¡Ahora sí, mi amada Brigitte, me sorprendes, me haces temblar con esa provocativa imagen tuya de la vejez de la carne! Sobre todo, haces que me cuestione gravemente el concepto metafílmico de la belleza; porque si la belleza es el valor o cualidad esencial de los seres y las cosas capaces de transparentar —sensible y/o inteligiblemente— el bien y la verdad que hay en ellos, y la belleza es mucho más que una simple forma, entonces ¿por qué esa forma seca, arrugada y vieja de la carne, disminuye o pierde la capacidad de inspirar y extasiar a los amantes? ¿Acaso esa mermada capacidad se debe a la pérdida de correspondencia y proporción respecto a los parámetros adquiridos culturalmente, o es una impresión genética y natural en el instinto, o en el hostigamiento del pecado? ¿Será por eso que san Juan [4] nos dice que “el mundo y sus concupiscencias [como las tinieblas] pasan; pero quien cumple la voluntad de Dios permanece [en la Luz y en la Vida] para siempre”?

Una vieja alumna de Metafílmica:

— ¡Piénsalo bien, amadísimo Oteka! Tu definición de belleza sigue siendo válida, porque esta carne mía, sigue siendo la carne de tu amada Brigitte, pero que en mi cortometraje, aun cuando ya se le ve seca y arrugada por la vejez, sigue revelando un bien y una verdad… y ésta es, como la Pascua [pasah], que esta carne sólo pasa… pero al pasar nos enseña a valorar, en la vida misma que se revela en la carne, la promesa de la Comunión eterna.

Disolvencia a:

La cámara de la Metafílmica podría continuar su viaje… si la conspiración siguiera motivada en cargarle un nuevo rollo.


NOTAS:

[1]: 1 Cor 7, 9

[2]: Mateo 19, 3-12

[3]: 1ª Corintios 6, 12

[4]: 1ª Carta de Juan 2, 8 y 17.


AVANZA A:

(13) Cortometraje de la vocación de un profeta.