miércoles, 6 de octubre de 2010

METAFÍLMICA DE OTEKA (15) - A favor de la secularidad

Donde la presencia eterna da luz a la idea de “las realidades temporales”.


por Javier OTK

para mi hermano Alejandro

Estos apuntes (base para una película de la Metafílmica) quieren ser un complemento dialógico, y no una oposición crítica o dialéctica, al ensayo escrito por Javier Sicilia y que tituló “Contra la religión”.


Uno de los peores daños magisteriales infligidos a la Iglesia, es la errónea interpretación del Evangelio que deriva en la idea de la separación entre lo religioso y lo secular, sobre todo si consideramos que Jesucristo se encarnó, vivió, murió (desgarrando el velo del templo, esa cortina separadora, ese poder mediatizador [1] del sacerdocio antiguo) y resucitó para que con Él, con el Padre y con el Espíritu Santo que vive en y con nosotros, aprendamos precisamente lo contrario: a vivir aquí y ahora como una comunidad de hermanos, una familia amada por el mismo Padre Nuestro; y que entre nosotros nos amemos, no según la ley mosaica: como a nosotros mismos, sino como Jesús, nuestro hermano mayor, nos amó.

Debo al padre Pedro Corona M.Sp.S., quien fuera superior de El Altillo, haber comenzado a salir de la espantosa confusión, sin que aún lo haya logrado por completo, respecto a la intrincada estructura organizacional de la Iglesia Católica y sus diversos institutos, congregaciones, órdenes y sistemas tradicionales y de vanguardia, en uno de los cuales (el SINE) [2], debido a mi indomesticabilidad, el fundador Alfonso Navarro Castellanos M.Sp.S., me catalogó simplemente como un “empleado”, marcando la diferencia respecto a los niveles superiores que eran los “laicos comprometidos” y en la cúspide cercana al cielo, los “laicos consagrados”.

Por amor a ellos, y por el daño que ha hecho a la Iglesia el “falso profeta” Marcial Maciel y sus Legionarios de Cristo, no quiero por ahora hablar de cómo les fue a aquellos pobrecitos consagrados y comprometidos. Pero, entre otras cosas, recuerdo la siguiente tabla con la que el padre Corona empezó a iluminarnos para salir de la oscuridad en la que nos había metido aquel sacerdote que fundó su propia congregación en las colonias más pobres del cerro del Ajusco, bajo el ataque y el amparo simultáneos de los Misioneros del Espíritu Santo, a quienes para bien y para mal, desde mi infancia, mucho les debo. Esta es la tabla:



ÁMBITOS


RELIGIOSO


SECULAR


JERÁRQUICO


Sacerdotes
de las órdenes religiosas, p. ej.: M.Sp.S., Jesuitas,
Franciscanos…


Clero diocesano.


LAICO


Religiosos
y monjas que viven en sus órdenes consagradas…


Pueblo de
Dios responsable de las “realidades temporales”.

De modo que los miembros laicos del SINE, sin contar al padre Navarro y a los demás sacerdotes que fueron incorporándose, ocupábamos el cuarto cuadrante de la tabla: el de los laicos-seglares, y los consagrados inauguraban un cuadrante nuevo que abarcaba tanto lo religioso como lo secular, con lo cual se daba la ocasión a formas de libertad y de dominio inauditas.


También, el padre Corona nos explicó que, por ejemplo, la figura de la “prelatura personal” del Opus Dei se diseñó corporativa y jurídicamente para tener presencia en los cuatro cuadrantes, pues tienen sacerdotes de la prelatura además de los diocesanos, así como laicos consagrados (numerarios) y laicos seglares: supernumerarios, agregados y cooperadores, además de que dicha prelatura depende directamente del Papa.


Para volver a enfocar nuestro tema en el mito [3] de la separación entre lo religioso y lo secular, es necesario preguntarnos ¿a qué se refiere Jesús cuando dice “Devolved al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Jesús se refiere a una separación entre el “mundo” —sus estructuras, sus poderes, sus dominios, sus pecados; es decir, el anti-reino, el reino del César—, que se opone al Reino de Dios. Pero jamás dice que el Reino de Dios no está en el tiempo, en el siglo (saecülum).


Más bien da a entender lo contrario, que mundo y Reino están en el tiempo; pero, a diferencia del mundo, el Reino de Dios que ya comenzó en este mundo, pervivirá por los siglos de los siglos (in saecula saeculorum).


Desde esa perspectiva, el Reino de Dios es lo más sagrado de lo secular, y a partir del aquí y ahora trasciende esta dimensión. De modo que la oposición resulta sólo entre lo profano y lo sagrado, entre el Reino del César (o mundo) y el Reino de Dios, y no entre lo secular y lo religioso; porque lo religioso, incluida la santidad, se da en la dimensión de lo secular.


En mi ensayo de “La Sexta Dimensión" (verlo aquí), demuestro que el presente es el tiempo sin tiempo, la eternidad que ha penetrado en el mundo y en la historia.


Todos en la Iglesia, jerarquía y laicado, estamos llamados a vivir en la sexta dimensión, en esa burbuja que vincula al pasado con el futuro y que físicamente no tiene la duración necesaria para poder existir pero que sin embargo, a la luz de la semiótica experimental del tiempo, en definitiva existe en esa eternidad que se actualiza en nuestra historia. Por ello, seguir separando, escindiendo a los miembros de la Iglesia, entre los religiosos que se consagran a Dios y pretenden separarse del tiempo, del “siglo” (saecülum), y los seglares (saeculäris) que —como cristianos comprometidos— sólo sirven en las “realidades temporales”, es una confusión de la que ya debemos salir.


Tan religioso es un seglar que consagra su trabajo como profesor a Dios, ofreciéndoselo como una oración y un sacrificio cotidianos, como secular es una religiosa que sale al mundo a vender sus rompopes.


Dios, en Jesús, se encarnó en el mundo y en la historia. Se hizo presente en el tiempo, y la persona del Paráclito sigue acompañándonos en nuestra realidad presente, en la cual los creyentes sin distinción (seglares y religiosos, laicos y jerarquía), estamos llamados a construir — ¡aquí y ahora! — el Reino de Dios y su justicia.


La diferenciación de la que Javier Sicilia se ocupa en su ensayo “Contra la religión” (Conspiratio 8), es la de los laicos (pueblo de Dios) respecto a los ministerios magisteriales y jerárquicos que sirven, cuando en su humanidad no se desvían, para darle nutrimento y orden al cuerpo orgánico que es la Iglesia, pero que a partir de su imperialización en la época de Constantino, iniciaron el proceso de corrupción.


Por eso, cuando Sicilia se pronuncia en contra de la religión, no significa que se esté autoexcomulgando, sino que quiere agitar las conciencias para rescatar un sentido más pleno, y auténticamente cristiano, a favor de la dimensión secular, la única donde la persona humana —sin distinción por su jerarquía— puede vivir en comunión fraterna y aspirar a la santidad.


Pero la democratización de la Iglesia, es sólo una obnubilada aspiración de la antropología materialista y sociológica, una reivindicación justiciera de inspiración marxista, y de herencia platónica, que no corresponde a lo que Jesús instituyó. Él quiso edificar su Iglesia sobre “esta Piedra” (Pedro), como una koinonía, una comunidad de comunidades, un cuerpo con cabeza y miembros activos y participativos, con ministerios, servicios (diakonías) y carismas complementarios, orgánicos y fraternos.


Es así que entre las “realidades temporales” y “las cosas de Dios”, no hay una oposición ontológica, pues a partir de la encarnación de Jesús, su vida en su naturaleza humana, su crucifixión y su resurrección, resulta evidente que ambas son cosas de Dios. Entre religiosos y seglares, lo que se ha dado en la historia de la Iglesia, es una unidad en la diversidad de funciones, pero lamentablemente la oposición entre la jerarquía y la laicidad, se ha desvirtuado a partir de que en la Iglesia, con las diferenciaciones que fue creando el magisterio, fusionando poder y culto, dejó de ser aquella original comunidad de creyentes, sólo diferente del mundo de los no creyentes o “gentiles”, para quienes el apóstol Pablo hubo de adaptar el Evangelio, comenzando así la temprana historia del cristianismo ecléctico que hoy, una creciente porción de los creyentes estamos tratando de reinterpretar, con la ayuda de la razón y de la fe, de las ciencias y la teología, pero sobre todo a la luz del Espíritu Santo que ilumina a los sencillos de corazón el original mensaje de Cristo.

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NOTAS:

[1]  Resulta muy iluminadora la Epístola a los Hebreos, de la que reproduzco (10, 6-14): “No te agradaron los holocaustos ni los sacrificios por el pecado; entonces dije: «Aquí estoy yo, oh Dios, como en un capítulo del libro está escrito de mí, para hacer tu voluntad». Comienza por decir: No quisiste sacrificios ni ofrendas, ni te agradaron holocaustos o sacrificios por el pecado. Y sin embargo esto es lo que pedía la Ley. Entonces sigue: Aquí estoy yo para hacer tu voluntad. Con esto anula el primer orden de las cosas para establecer el segundo. Esta voluntad de Dios, de que habla, es que seamos santificados por la ofrenda del cuerpo de Cristo Jesús hecha una sola vez. Los sacerdotes están de servicio diariamente para cumplir su oficio, ofreciendo repetidas veces los mismos sacrificios, que nunca tienen el poder de quitar los pecados.

Cristo, por el contrario, ofreció por los pecados un único y definitivo sacrificio y se sentó a la derecha de Dios, esperando solamente que Dios ponga a sus enemigos debajo de sus pies. Su única ofrenda lleva a la perfección definitiva a los que santifica”.


[2]  SINE = Sistema Integral de Evangelización.


[3]  En este caso, debemos entender el mito como un entramado ecléctico de verdades y mentiras.