miércoles, 6 de octubre de 2010

METAFÍLMICA DE OTEKA (2) - Cortometraje de un misterio que se proyecta luminoso

por Javier OTK

La cámara observa que casi todas las luces están apagadas en el liceo. El reloj del pasillo marca las doce en punto. No se escucha ruido alguno. Brigitte llega al fondo del pasillo. Sobre la puerta del cubículo de su maestro cuelga un grueso cuadro de madera con un letrero pirografiado en latín que reza: "Veni, Creator Spiritus". Brigitte toca tres veces, pero nadie contesta. Abre entonces la puerta. El cubículo está vacío, sólo una vela ilumina otro letrero escrito sobre papel:

Sal de tu oscuridad bergmaniana, y busca el eje de luz que comenzará a clarificar el misterio de tu próximo filme.

Brigitte (piensa):

— ¿Se referirá el maestro al salón de proyecciones?

Corte a:

Cuando Brigitte llega al salón, el eje luminoso del proyector invade la pantalla. Una raya blanca se va pintando, de izquierda a derecha, sobre la negra superficie. Eso es todo. La bellísima joven observa con atención esa imagen tan simple. Ninguna otra cosa sucede. A lo largo de varios minutos, sólo una raya blanca va fluyendo al centro de la pantalla negra, de izquierda a derecha.

Oteka (el maestro de metafílmica, transmite su voz impostada y profunda, a través de las bocinas del auditorio):

— Hipnotizante, ¿verdad?

Brigitte (gritando):

— ¿Eres tú? ¿Dónde estás?

— ¡Acaso te importa eso!: ¿Dónde estás?… ¿De dónde vienes?… ¿A dónde vas?… ¿Quién eres?… Sigo esperando tu respuesta, Brigitte.

— ¿Cuál respuesta? Aquí estoy. No he faltado a la cita. ¿No es eso lo que querías?

— Has cumplido, sí, y ¿no te parece hipnotizante lo que ves?

— Sí, pero no le encuentro el chiste, tanto tiempo sólo para ver una insignificante raya blanca que avanza en línea recta.

— Fíjate bien.

Corte a:

Por más que lo intenta, Brigitte no logra encontrar interesante lo que ve reflejarse sobre la pantalla.

Oteka:

— ¡Es una imagen cautivadora!… Cada segundo se proyectan veinticuatro cuadros fijos que, gracias a la retención que de ellos va haciendo tu retina, obtienes la sensación de un movimiento continuo. ¿No es maravilloso?

Brigitte:

— Sí… por supuesto… ¡es maravilloso!

Oteka:

— Es el movimiento… es el tiempo… es… ¡es la imagen de la vida visible que fluye desde lo invisible!

Corte a:

Los ojos rasgados de Brigitte se abren al máximo, como si esas palabras se los hubiesen agrandado. No puede dejar de admirar la simplicidad y belleza de esa síntesis visual perfecta que impacta su mente y su corazón.

Oteka:

— ¡Esa imagen es, nada menos, la eternidad que penetra en tu tiempo!

Corte a:

La frase retumba, como si proviniese de trompetas apocalípticas, en el ser entero de la avispada discípula. Aunque de momento no comprende los alcances científicos, filosóficos y teológicos del contenido de esas palabras, su forma la excita. De pronto, la luz se hace en la sala y el proyector es apagado. Brigitte está sentada en una butaca en medio del pequeño salón. Oteka sale de la cabina de proyección, camina por el pasillo hacia el frente, jala un rotafolios que coloca al centro y comienza a dibujar una raya horizontal que divide en tres partes. Sobre la primera parte escribe la palabra "pasado", al centro: "presente" y, por último, sobre la sección derecha escribe "futuro".

Oteka:

— Una visión lógica, pero anacrónica. Así habrían imaginado el tiempo mis abuelitos. (Brigitte ríe y sigue escuchando a su maestro). ¿Por qué darle el mismo espacio al presente? La humanidad habrá dado un gran paso el día en que aprenda a percibir el tiempo no como si fuera espacio, y el espacio no como si fuera tiempo. ¿Te has puesto a pensar cuánto dura el presente? ¿Puedes, como en esta raya, representarlo gráficamente del mismo tamaño que el pasado y el futuro? ¿Existe en realidad ese tiempo llamado presente?

Corte a:

Brigitte aún no encuentra una respuesta que le parezca confiable, por eso guarda silencio.

Oteka:

Mira Brigitte, sólo la belleza nos permite apreciar todo eso que es el presente… ¿Y tú crees que importa de dónde procede la Belleza?, porque por ejemplo a Charles Baudelaire, en "Las flores del mal", parecía no importarle:

"¿Qué importa que procedas del cielo o del infierno, Belleza, monstruo enorme, ingenuo y espantoso, si tus ojos, tu risa, tu pie, me abren la puerta de un Infinito que amo y no conocí nunca? De Dios o de Satán, ¿qué importa?, Ángel, Sirena, ¿qué importa, si por ti —hada con las pupilas de terciopelo, ritmo, fulgor, mi única reina—, el mundo es menos feo y el tiempo menos largo?"

Pero para nosotros, en la Metafílmica, nos resulta fundamental la cuestión de dónde procede la Belleza. Ahí se finca toda nuestra estética.

Escucha este fragmento del prólogo del Evangelio según San Juan:

"Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz".

La posición que asume el cineasta de la Metafílmica se fundamenta en la función profética asumida por Juan el Bautista. Pues no es él la luz, sino que da testimonio de la Luz… La Metafílmica propugna por un cine de autor, pero del Autor de los autores, en dónde estos últimos son fieles instrumentos fílmicos de la Palabra que está sobre toda palabra.

Disolvencia a:

La imagen meditabunda de los bellísimos ojos verdes de Brigitte, abiertos al máximo, se congela.

Voz en off:

La cámara de la Metafílmica continuará su viaje… cuando la conspiración la cargue con otro rollo.


AVANZA A:

(3) Cortometraje del Cruzado jugando ajedrez con la Muerte