miércoles, 6 de octubre de 2010

METAFÍLMICA DE OTEKA (13) - Cortometraje de la vocación de un profeta

por Javier OTK

A mi querido tocayo Javier Sicilia

A Oteka, mientras prepara en su cubículo la clase que dará más tarde, se le ve acongojado. Y es que no puede dejar de pensar cosas que le hacen daño, y que con humildad debería olvidar. Pero su ego, tan difícil de dominar, no lo deja en paz. Turbado por su sentimiento, reflexiona en la ontofílmica, que es la parte de la Metafílmica que trata del ser en general y de sus propiedades trascendentales. Piensa erráticamente: “Oteka, el maestro de la Metafílmica, no “es”, no existe para Conspiratio en la medida en que no aparece en su lista de colaboradores, ni bajo el rubro de “Quienes somos” de su sitio en la red. Pero su columna, que gratuita e infaltablemente aparece desde el primer número de la revista, da fe de que sí viaja en esa nave conspiradora; sólo que navega como polizón que el capitán y su tripulación han olvidado registrar. Ser polizón es ser un desenchufado de la estructura del sistema. Y a pesar de la pena que experimentan los excluidos, más alegre debe resultar la levedad con la que transitan estos polizones peregrinos.

Corte a:

Ya en su clase de Metafílmica, Oteka muestra que su razón, su alma y su corazón actúan de momento en escenarios distintos. No obstante su lucha interior, no interrumpe su cátedra estética.

El maestro de Metafílmica:

— Partiendo de la idea de la Encarnación de la Belleza, los conceptos de forma y fondo representan una dicotomía, una dualidad heredada del platonismo y sus derivados, una de cuyas consecuencias funestas es que a la belleza hoy se le identifica con la forma, con lo externo, como si se tratara de un cosmético, o de una apariencia, o de un cuerpo separado de su alma; es decir, una belleza no encarnada (en la “sarx”)... En ese sentido, las teorías y paradigmas que han intentado explicarla, hablan de armonía, de proporciones, como si lo bello sólo fuera lo que se ajusta a los cánones que dictan las modas.

Y a tal grado se van imponiendo esos cánones o patrones, que la gente ve, en los seres humanos, a unos bellos y a otros feos u horribles.

Pero, para la cámara de la Metafílmica, la belleza o fealdad de un cuerpo, no depende de estos patrones impuestos, aunque se trate de los cánones clásicos, como el de las proporciones humanas que Leonardo a la fuerza hace coincidir, dentro de un cuadrado y un círculo en su famoso dibujo del hombre de Vitruvio, a pesar de que a algunos hombres y mujeres “desproporcionados” se nos salga del círculo o no llegue al cuadrado alguna mano o algún pie, y que las medidas de nuestros cuerpos no coincidan exactamente con que “4 dedos hacen 1 palma, y 4 palmas hacen 1 pie, 6 palmas hacen 1 codo, 4 codos hacen la altura del hombre. Y 4 codos hacen 1 paso, y que 24 palmas hacen un hombre… y que la separación de los ojos, y la que las distancias respecto al ombligo, y que si los genitales marcan la mitad del hombre…”

Corte a:

El maestro, acosado por ese demoflujo (flujo diabólico, nada que ver con lo “demo-crático”), no puede dejar de pensar en sus propios desfiguros y en todos aquellos hombres y mujeres cuyas medidas no coinciden con las proporciones ideales de la belleza según Vitruvio y el código davinciano…



El maestro de Metafílmica:

— La belleza de un cuerpo o de un rostro, no depende de un “ideal antropocéntrico”, o de una supuesta sección áurea o de “divinas proporciones” decretadas por un canon ideológico; consiste en su transparencia que hace resplandecer el bien y la verdad del ser…

¿La función de la belleza, y del arte, es la de producir placer en el perceptor? ¿Ver una pintura realista de Cristo crucificado, produce placer? ¿Y si en vez de placer produce dolor y hasta horror, deja entonces el arte de ser bello?

Para la Metafílmica la belleza se presenta como una paradoja.

Corte a:

La cámara recorre el texto del ensayo “La teología de la belleza” (Conspiratio 10), en el que Bruno Forte se pregunta: “¿Es la belleza aquello que es bello, o aquello que nos proporciona placer? ¿Es la belleza misma la que nos atrae, o se trata de la atracción misma y, por tanto, el placer que disfrutamos es el origen de la fascinación que tenemos por la belleza? En primer lugar, me preguntaré si las cosas son bellas porque placen, o si placen porque son bellas”…

El Maestro de Metafílmica:

— Para la Metafílmica, esa pregunta de orden causal, es una trampa del tipo de los círculos viciosos, porque asume como verdad sine qua non la premisa de que el placer es lo que define en primera instancia a la belleza. Pero, la belleza suele ser lo contrario, ¡es paradójica!: hiere, causa dolor, temor, temblor, tristeza… como una imagen del Crucificado… y cuando uno descubre que, gracias a su transparencia, esa belleza nos permite contemplar el bien y la verdad de ese sacrificio de amor supremo, es cuando esa belleza nos está salvando.

Corte a:

Mientras tanto, Brigitte no ha podido atender la clase de su maestro de Metafílmica. Sigue llorando en su interior la pena de haber perdido a su amigo Juanelo, hijo de su maestro de Literatura Mística y Cine, con quien participa en un apasionante taller de guionismo.

Voz en off:

Brigitte reflexiona en el rito de la crucifixión de la pluma poética de su maestro Sicilia y lo siente hermanado a la experiencia de su maestro de Metafílmica al haber crucificado su cámara.

Corte a:

La cámara de Brigitte nos muestra, en el silencio, que tras haber crucificado su pluma, el poeta es tentado. Se siente como un joven abandonado, desenchufado, desarmado. Pero Dios le habla de nuevo con las primeras palabras que dirigió al profeta Jeremías (1, 5-12): “Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado: yo profeta de las naciones te constituí. [Jeremías le dijo]: «¡Ah, Señor Yahveh! Mira que no sé expresarme, que soy un muchacho.» Y [Yahveh le respondió]: «No digas: Soy un muchacho, pues adondequiera que yo te envíe irás, y todo lo que te mande dirás. No les tengas miedo, que contigo estoy yo para salvarte» - oráculo de Yahveh -. Entonces alargó Yahveh su mano y tocó [su] boca. Y [le] dijo Yahveh: «Mira que he puesto mis palabras en tu boca. Desde hoy mismo te doy autoridad sobre las gentes y sobre los reinos para extirpar y destruir, para perder y derrocar, para reconstruir y plantar». Entonces [le] fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: «¿Qué estás viendo, Jeremías?» «Una rama de almendro estoy viendo.» Y [le] dijo Yahveh: «Bien has visto. Pues así soy yo, velador de mi palabra para cumplirla»”.

Brigitte (escribe en su diario):

— He visto al maestro Sicilia, sentado bajo la sombra del almendro, releyendo un párrafo de su novela El Bautista: “…cuando su espíritu ya vacío y pacificado comenzaba a abandonarse en la oscuridad del sueño, escuchaba una voz. «Juan, Juan. ¿Por qué duermes? Despierta, ve al desierto y habla en mi Nombre». La voz era sorda e inhumana. Retumbaba en sus adentros como el mar contra los peñascos. Una y otra vez volvía sin variar el tono, sañuda, insistente. / Juan entonces se revolvía sobre su jergón como un epiléptico o un endemoniado. Caía y rodaba por el cuarto golpeándose con las paredes, parecía un hombre que luchaba con un monstruo invisible que le aferraba la garganta y le torcía cada una de las extremidades. Su rostro se tornaba como el pergamino. De sus labios amoratados salía espuma y sus ojos se ponían en blanco como si de ellos hubiesen sido arrancados el iris y la pupila”.

Corte a:

La cámara de Brigitte nos muestra a su maestro de guionismo cuando, despojándose de la cornamenta del diablo que acosa a su ser franciscano, asume lo que siente que debe hacer: Marchar desde Cuernavaca en silencio, porque como él dice: “el silencio es el lugar de la construcción de la palabra” y, una vez que ha llegado al punto de reunión en el zócalo de la ciudad de México, su alma lo llama a profetizar en nombre de quienes han sido condenados al silencio, de todos los hombres y mujeres a quienes les han amputado la palabra… y el pan nuestro de cada día.

Entonces Brigitte, la chica ojiverde, de cabellos botticellianos, amadísima ánima de Oteka, imaginando las escenas de su filme, escribe en su cuaderno su primer poema:

Cuando marcha el profeta
su mente y su boca
son cautivos del silencio.
Parece cargar una cruz.
Pero la Vida se impone a la muerte.
Y la Palabra
lo anima.
La transparencia de sus ojos azules
da testimonio
del Fuego interior
que lo vivifica.

Disolvencia a:

La cámara de la Metafílmica seguirá filmando cuando la Conspiración le cargue un nuevo rollo y, ahora sí, Conspiratio o Jus le paguen sus jornales.


AVANZA A: